Aquí enlazamos la entrevista que salió publicada en La Buena vida, blog de El País con el título:

Por qué el príncipe Guillermo se agacha siempre que habla con su hijo.

Sin embargo, queremos resaltar la entrevista completa realizada a Isabel y que ha sido reducida a lo publicado porque contiene muchos más recursos en línea con el trabajo real que ella propone y algunos de los recursos para ayudar a familias y profesionales de la educación en el acompañamiento a la infancia con respeto, escucha y afecto.


EL PRÍNCIPE GUILLERMO PRACTICA LA ESCUCHA ACTIVA

Observa las señales que te manda tu hijo. Pueden llegar en forma de grito o rabieta. Algo le preocupa y te está dando pistas. ¿Qué le ocurre? ¿Qué necesita? No preguntes, no interrogues. Para que tu hijo hable, solo escucha. Y no solo con los oídos, también con la mirada. Comprender la carga emocional que se esconde tras sus berrinches es la esencia de la Escucha Activa, una técnica por la que cada vez más padres, incluidos los royal, apuestan para criar a sus hijos.

A la prensa inglesa, siempre atenta a los movimientos de los Príncipes de Cambridge, raramente se le escapa algún detalle sobre sus royals. Lo último que les ha llamado la atención es por qué William está de cuclillas en la gran mayoría de las fotos en las que aparece hablando con su hijo, el príncipe George. En esta posición le hemos visto en el bautizo de su hija pequeña Charlotte, en un partido benéfico de polo y junto al presidente Obama durante su visita al palacio de Kensington (www.mirror.co.uk/lifestyle/family/parenting-trick-recommended-experts-even-8495795). En un vídeo que se ha vuelto viral en las redes sociales se ve como su abuela, la reina Isabell II, le da incluso un toque de atención por saltarse el protocolo durante el desfile aéreo de las Fuerzas Armadas (RAF) que se celebró con motivo del 90 cumpleaños de la monarca el pasado mes de junio (www.dailymail.co.uk/femail/article-3646291/Hilarious-moment-Queen-gives-Prince-William-telling-off.html). Stand up William (ponte de pie, Guillermo), le dijo mientras le daba un toquecito con la mano y le ponía cara de reina con pocos amigos. William lo estaba haciendo de nuevo; se había puesto a la altura del pequeño y, mirándole a los ojos, respondía a todas sus cuestiones sobre las acrobacias de los aviones tomándose su tiempo y sin importarle que el resto de la familia ya se encontraba en pie. El príncipe práctica la Técnica de la escucha activa, una forma respetuosa de tratar al niño asegurándose que sienta que está siendo realmente escuchado por sus padres, con el fin de ayudarle a experimentar una comprensión que más adelante le ayudará a ponerse en el lugar del otro. La Pedagoga Leticia Garcés Larrea (www.padresformados.es) lo define como “una forma de comunicación entre los miembros de la familia que va a permitir desarrollar la empatía a la vez de proteger los vínculos afectivos”.

CONCÉNTRATE Y MIRA A LOS OJOS DE TU HIJO

Al psicólogo estadounidense Thomas Gordon (www.gordontraining.com/who-we-are/about-gordon-training-international) se le considera uno de los padres de la escucha activa y en su libro Técnica Eficaces para padres (Editorial MEDICI) explica cómo aprender a practicarla. Pero para la psicóloga y psicoterapeuta Isabel Fuster (www.isabelfuster.com), más que una técnica es una postura ante la vida, una forma de escuchar a las personas, de ponernos en su lugar . “No es una técnica que utilices con una intención, es una forma de ser, de relacionarte con tus hijos, con tus compañeros de trabajo y hasta con el frutero”. Entre adultos esta comunicación parece más sencilla (aunque no siempre), pero al tratar con niños nos encontramos con la dificultad de que el niño no entiende el mundo de un adulto -que entiende el discurso hablado como único medio de comunicación- y que hasta aproximadamente los 12 años se encuentra en un mundo sensorial y perceptivo diferente al nuestro. “Los niños viven las emociones desde las sensaciones mucho más que los adultos y no pueden resolver sus problemas desde el discurso”, explica la psicóloga.

La prueba más evidente de que le estamos escuchando es el contacto visual. Acercarnos a él, mirarle a los ojos atentamente como diciendo “estoy lista a escuchar todo lo que me tengas que decir” y situar nuestra mirada al mismo nivel que la del pequeño es importante porque el niño se sentirá más cercano a sus padres, ya no les verá como ese señor o señora gigante que habla desde ahí arriba. Además, esta posición le ayuda a empatizar mejor con los gestos de aprobación o admiración que le hace mamá y descubrirá que sus asentimientos de cabeza le invitan a seguir hablando mientras le transmiten calma y serenidad. No se trata solo de hacerle entender que comprendes su mensaje, sino que también estás compartiendo sus emociones. Pero para escuchar de una manera efectiva a nuestros hijos se requiere de algo más…..

1.INTENTA AVERIGUAR LA EMOCIÓN QUE SE ESCONDE TRAS SU RABIETA

En el transcurso de un berrinche, normalmente lo que el niño está expresando no es lo que verdaderamente quiere decir. ¿Cuál es nuestra reacción como padres si encontrarnos a un niño totalmente histérico, que pega sin aparente razón a sus hermanos o está destrozando la casa? Casi siempre, lo primero que hacemos es pasar al interrogatorio: “¿Por qué lo haces? No te entiendo, no entiendo por qué lo haces”. Lo que le estamos transmitiendo es que hasta que no entendamos por qué está pegando patadas no le podemos ayudar. “Pero hay una diferencia entre entender y comprender -explica la psicoterapeuta Isabel Fuster-. Entender entra en el marco lógico donde a los padres nos encajan las cosas. Cuando uno está en este marco no puedes llegar a comprender cosas sin lógica que se producen con el niño. Y los adultos, reconozcámoslo, muchas veces no sabemos qué hacer y antes de ayudar emocionalmente al niño pasamos al interrogatorio”.

Detrás de su mal comportamiento se esconde una emoción y eso es lo que tienen que averiguar los padres. La emoción y la acción van unidas de la mano. Si un niño está rompiendo cosas, pegando o insultando, le está pasando algo; está buscando una solución a través de su acción. Si le metemos miedo con amenazas o un castigo, quizá hagan lo que queremos nosotros, pero de una manera manipulada que no entenderá porque todavía no comprende las leyes de la responsabilidad y, como no va a hacer una reflexión sobre lo que está haciendo, volverá a hacerlo. Lo único que quiere el niño en ese momento es cercanía, solo es capaz de tomar una decisión si siente seguridad y cuando son tan pequeños esta seguridad se la va a dar la cercanía física y emocional de los padres. Hay que ayudarle desde la comprensión y averiguar qué le pasa sin interrogar. “Cuando tu hijo está en pleno berrinche y te dice déjame lo que está hablando es su adrenalina. Se está contradiciendo porque no quiere quedarse solo. Si le mandas a otro cuarto cada vez que se sienta mal y que tenga una crisis se irá a su habitación porque tendrá asumido que no podrás ayudarle. A ti como padre te toca estar ahí, es una protección simbólica, y el día de mañana tendrá esa necesidad cubierta, aunque sus padres ya no estén con él”, reflexiona la psicóloga.

  1. NO TE TOMES SU MAL COMPORTAMIENTO COMO ALGO PERSONAL

El psicólogo norteamericano experto en adolescentes Jeffrey Bernstein (www.drjeffonline.com) explica en su blog de Psychology Today (www.psychologytoday.com/blog/liking-the-child-you-love/201604/three-proven-ways-help-children-and-teens-behave-better) que los padres no deben tomarse nada de forma personal, sobre todo los padres de adolescentes o pseudo adolescentes. El autor del libro 10 days to a less Defiant Child, explica que los adultos tendemos a contestarles y enfrentarnos verbalmente a ellos como si lo que les estuviera pasando fuera por nuestra culpa y necesitáramos defendernos sin darnos cuenta de que el joven está luchando contra sus propios problemas, que no son nuestros. La mayoría de las veces que encontramos a un niño desafiante es porque los adultos nos tomamos su comportamiento como algo personal y tendemos a contestarle, lo que para ellos es una provocación. Pone como ejemplo a un padre de un hijo de 12 años que se pasaba inútilmente los días preguntando al niño qué le pasaba, por qué tenía ese comportamiento, hasta que decidió cambiar las preguntas por otra frase: “por favor hijo ayúdame a entender el motivo por el que te encuentras molesto”. Este pequeño cambio en su discurso dejó las puertas abiertas a que su hijo reflexionara sobre ello. Poco después, comenzó a abrirse y compartir sus pensamientos.

  1. CONVIÉRTETE EN SU LEGÍTIMA AUTORIDAD A LA QUE OBEDECER

¿Pero qué haces?, ¿eres tonto? En nuestra cultura, cuando tenemos miedo, se suele atacar. Nos viene de herencia, lo hicieron con nosotros y nuestros abuelos se lo hicieron a nuestros padres. Es un registro cultural muy duro, pero que se puede cambiar. Castigarte con la ignorancia, con no mirarte a los ojos, es algo muy normal en nuestra sociedad; pero es una fórmula antigua que con las nuevas generaciones ya no funciona. Los padres de hoy en día se están movilizando por otra manera de educar más respetuosa y afectiva porque sus hijos han sido gestados en una mayor libertad de pensamiento y ahora estos niños son mucho más fuertes de lo que éramos nosotros, se revelan y no tienen miedo al castigo. Isabel Fuster tiene experiencia como orientadora en centros educativos y sabe que hoy en día los niños con 6,7, 8 años saben que un padre no debe enfadarse, sino encontrar la solución al problema. “Están buscando una autoridad legítima a la que obedecer y saben que un padre no puede imponer un porque yo te lo digo y ya está. Esto descoloca a muchos padres, que optan por responder con la mano dura”.

Los profesionales están de acuerdo en cambiar esa herencia recibida. “Una educación condicionante que modifica conductas generando temor por miedo al castigo, las amenazas, los gritos o las comparaciones entre hermanos (mira tu hermano que grande está porque se lo ha comido todo y tu no….) no pueden nunca educar en el hábito y la rutina, que es lo que nos permite desarrollar una voluntad que le permitirá al niño marcarse sus propios límites. Si responde solo porque está amenazado, ¿acaso no lo volverá a repetir cuando el adulto no le mira?”, se pregunta la Formadora y Orientadora Familiar Leticia Gardés.

Ir a la cama pronto o lavarse los dientes pueden ser reglas que le hagan enfadarse y que sencillamente se niegue a cumplir. Pero frases como “si no te lavas los dientes se te van a caer” lo único que hacen es que a tu hijo se le grabe tu estado emocional totalmente alterado y de enfado, y no la importancia de lavarse los dientes para una correcta higiene. Sí, suena fácil, sobre todo si tienes una nanny como tiene el príncipe George que se ocupa de él todo el día. Los padres que no la tienen quizá estén cansados de tanta teoría que explica cómo educar a sus hijos. Con razón, porque la práctica es bien distinta. El estrés del día a día hace mella en la paciencia del padre o madre más amoroso y enfrentarse a una rabieta a ciertas horas de la noche no siempre le pilla a uno con fuerzas. Recurrir a un “te vas a quedar sin consola si no te metes en la cama ahora mismo” puede ser una atrocidad para los especialistas, pero ¿no es una reacción muy humana? ¿Quién puede estar para herramientas de escucha activa cuando llevas en pie desde las 6.30 de la mañana? “Es que castigando ciertamente manifestamos una incapacidad. Si le cuesta mucho lavarse los dientes le cogemos en brazos y le dices con una sonrisa: comprendo que te cueste, pero tenemos que hacerlo”, dice la experta Isabel Fuster.

  1. LOS LÍMITES, CON AMOR, SE DEBEN PONER Y CUMPLIR

Esta técnica puede confundirse con no poner límites a los niños, escucharles en todo momento, ponerles en el centro de nuestro universo y que se vuelvan más egocéntricos. ¿Cómo compatibilizamos esta técnica con poner límites y la disciplina? El problema es confundir este tipo de comunicación respetuosa y asertiva con la permisividad más absoluta, con darles todo lo que quieran. Isabel Fuster lo tiene muy claro a ese respecto: el amor no es sinónimos de flaqueza, ni poner límites es sinónimo de dureza. Hay que ponerlos, aunque a veces, y precisamente por esa herencia pasada en la que nuestros padres y abuelos fueron muy duros con los castigos, nos cuesta. Cada casa debe tener unos valores y los padres, con amor, deben hacerlos cumplir. El niño por supuesto que se enfadará, pero es normal, tiene que frustrarse, si no tiene frustraciones sería un tirano. “Déjale que llore y se desahogue cuando le digas que no, pero siempre en tus brazos”, indica Fuster. Su colega Leticia Garcés está de acuerdo y más allá: “Me atrevo a decir que precisamente a una familia muy permisiva le sería muy difícil practicar la escucha activa. Los límites son necesarios, la cuestión es cómo los ponemos. Los límites están para ponerlos y ayudar a que se cumplan no para imponerlos, por lo tanto los adultos emocionalmente inteligentes tenemos que entrenarnos para lidiar con todos esos conflictos que surgen alrededor de los límites”.

Por ejemplo:

– Hijo, antes de salir a la calle, me gustaría que dejarás tu habitación recogida…

– Joooooooo, ¿por qué lo tengo que hacer yo? Es un rollo, hazlo tu!!

– Hijo, entiendo que no te apetezca nada ponerte a recoger tu habitación, pero tienes diez minutos para hacerlo antes de que nos vayamos…

EL RESULTADO: ADULTOS CON AUTOESTIMA POR LAS NUBES

¿Y qué tipo de adulto será un niño criado bajo la batuta de la escucha activa? Hoy en día gracias a la Neurociencia sabemos mucho más sobre el cerebro, gestión de las emociones y cómo se graban todas nuestras experiencias sentidas desde la infancia condicionando parte de nuestra vida adulta, aunque somos seres resilientes y siempre podemos superar nuestras barreras internas. Por lo tanto debemos tener en cuenta que todas las expresiones, tanto verbales como no verbales que hayamos recibido en nuestra infancia se graban en nuestra memoria implícita de alguna manera y representan un modelo de interacción con los demás. “Es como si se grabara en el niño un modelo de comunicación que le dijera “así es como debes ser tratado por el resto de las personas”. Este modelo puede llegar a ser una protección para el menor en situaciones de peligro como acoso escolar o abuso sexual, ya que le va a permitir que el trato que está recibiendo no es el que se merece y lo rechazará”, indica la Pedagoga.

Sin embargo, cuando un niño está sometido a los gritos y amenazas en algunos casos porque ese es el modelo comunicativo del hogar, el que han aprendido los padres de los suyos y el único que conocen y piensan que funcionan, en otros por la mala gestión emocional de los progenitores, cuando son tratados de esta manera fuera del hogar consienten porque no hay dentro de ellos ninguna señal que les indique no debo ser tratado así. Si el niño siente que no importa a sus padres, ese sentimiento irá directo a su autoestima y pensará “si tú como padre has creído que no voy a llegar a ninguna parte, yo, aunque pueda, no lo voy hacer”. Seguridad, competencia emocional y autoestima. Valores que, hasta un futuro rey, por muy modernizada que esté la institución, también necesita para afrontar la vida.